jueves, 15 de agosto de 2013

Basílica de San Pedro en Roma

circo de Nerón, basilica de Constantino y basílica de S. Pedro







Constantino, en el año 324, inició la construcción de la basílica que debía hacer de la tumba de Pedro el núcleo de la estructura. Consagrada en 329, la monumental basílica se presentaba como un edificio de planta longitudinal con cinco naves y crucero. En la parte externa, una escalinata llevaba al cuadripórtico delante de la basílica, conocido también como paraíso, en cuyo centro se encontraba una fuente para las abluciones de los catecúmenos señalada con la Piña en bronce de gran tamaño, citada por Dante en la Divina Commedia (“su rostro me parecía largo y ancho/como la piña de San Pedro en Roma” Inf. 31, 58-60) y que hoy está en el homónimo patio de los Museos Vaticanos.
En esta Basílica, la noche de Navidad del año 800, Carlomagno, rey de los francos, fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. A esta misma Basílica, hasta comienzos de 1300 llegaban caminando miles de peregrinos de toda Europa para venerar la tumba del “príncipe de los Apóstoles”.




fachada de Maderno de la basílica de S. Pedro.


Bajo el pontificado de Pablo V, Maderno gana el concurso para la conclusión de la Basílica de San Pedro del Vaticano, en la que plantea, para dar una mayor cabida a los fieles, transformar el proyecto de Miguel Ángel de planta de cruz griega centralizada en una planta de cruz latina, longitudinal. La solución de Maderno debía ser un compromiso que no alterara el concepto fundamental planteado por Miguel Ángel, la cúpula, como elemento dominante y organizador del espacio, así al levantar la monumental fachada, esta se desarrolla en la medida de lo posible longitudinalmente y no en altura, pese a su gran monumentalidad.
La cúpula de Miguel Ángel, en cualquier caso queda desplazada hacia el fondo, debido a los nuevos volúmenes introducidos. Sin embargo, está reconocido el mérito de Maderno al haber obrado con un gran respeto por la obra de Miguel Ángel, y haber articulado el edificio, con todos los condicionantes que se le planteaban, teniendo muy en cuenta el espacio que lo precedía y preparando la gran solución urbanística dada por Bernini para la plaza.






 Encima de la fachada de la basílica, las estatuas de once de los apóstoles (excepto San Pedro), San Juan Bautista y, en el centro, Cristo. Bernini fue también el responsable de acometer los diseños y planos para las torres campanario que debían completar la fachada dejada por Maderno; la única torre completada bajo la dirección de Bernini, entre 1638 y 1641, tuvo que ser demolida poco después de su elevación ante los evidentes signos de inestabilidad de la estructura. Los relojes que ocupan los extremos de la fachada se incluyeron a finales del siglo XVIII, y son obra de Giuseppe Valadier, quien, asimismo, situó la inmensa campana fundida previamente en uno de los cuerpos laterales, que son todo cuanto puede considerarse como campanario una vez que se determinó no volver a plantear la construcción de torres en la fachada.